
El ciclo continúa y, de hecho, si sólo fuera por él, como ha dicho en repetidas ocasiones, continuaría durante mucho más tiempo. En cambio, Stefano Pioli, si en el momento de su llegada a Milanello no era una primera opción para el club, luego se convirtió en una. Con el regreso a Europa, con el Scudetto, con la mejora de muchos jugadores.
Pioli cumple hoy cuatro años en el Milan, y aunque siempre ha habido un sector de la afición que -digamos- no está loco por él, su balance en el club rossonero es sin duda ampliamente positivo. Aunque con varias montañas rusas, que a veces transmiten la sensación de un equipo capaz de hazañas increíbles y de sonoras goleadas.
Pero si hay algo en lo que todo el mundo puede estar de acuerdo es en que, desde su llegada, el Milan siempre se ha crecido a pesar de las derrotas, ha vuelto a ganar en Italia y ha llegado a jugar una semifinal de la Liga de Campeones tras 16 años de espera.
Pioli siempre ha seguido su propio camino y los jugadores le han seguido, experimentando y encontrando nuevos equilibrios cuando los antiguos se hacían insostenibles. He aquí, pues, las principales claves tácticas en sus cuatro años en el banquillo del Milan, entre grandes éxitos y algunos ruidosos batacazos.

El 22 de diciembre de 2019 marca un antes y un después en la historia reciente del Milan: Pioli, que lleva dos meses y medio en el banquillo rossonero, heredó de Giampaolo un equipo joven e inseguro, al que aún no ha conseguido imprimir una impronta. La estrepitosa derrota por 5-0 ante el Atalanta convenció a la directiva para intervenir en el mercado: llegaron Ibra y Kjaer, y Pioli modeló en ellos la nueva columna vertebral del Diavolo.
Su gran mérito fue colocar a jugadores clave en el rol que potenciara sus características: Calhanoglu fue colocado en la línea de tres cuartos, Kessie pasó a la línea medular para formar una bisagra perfectamente complementaria con Bennacer. Rebic y Saelemekers se convirtieron en los dos volantes ofensivos: apoyando a Ibra el croata, más equilibrando al belga. El 4-2-3-1 resultante lanzó al Milan a una inesperada racha de victorias post-Covid, y convenció a la directiva para confirmar su fe en el técnico de Parma.
Al final de la temporada 2020/21, el Milan se encontraba inmerso en la lucha por la cuarta plaza. Llegan al choque directo del Stadium contra la Juve tras dos derrotas consecutivas contra Sassuolo y Lazio, que redujeron al mínimo las esperanzas rossoneras. Para revitalizar a un equipo cansado y previsible, Pioli decidió alinear a Brahim Díaz desde el primer minuto, con Calhanoglu cambiado a la banda izquierda: la doble jugada trequartista resultó decisiva, y el Milan encontró la primera victoria de su historia en el Allianz Stadium, al imponerse por 3-0.

Tres días después, en casa ante el Torino, volvió a proponer la misma alineación con Rebic como delantero móvil, y llegó un increíble 7-0 en uno de los mejores partidos de su gestión. Con la victoria en Bérgamo en la última jornada, los rossoneri celebraron su regreso a la Liga de Campeones, siete años después de la última vez.
La temporada 2021/22 dio al Milan una alternativa ofensiva llamada Olivier Giroud, pero en su debut en la Liga de Campeones tanto él como Ibra fueron baja por problemas físicos. En un Anfield al rojo vivo, Pioli se enfrentó al Liverpool con Rebic como centrocampista ofensivo y Leao abierto a la izquierda: cayó derrotado por 3-2, pero la actuación del portugués en tándem con Theo Hernández convenció al técnico de que tenía una banda izquierda capaz de poner en apuros a cualquiera. En los siguientes partidos, pues, Pioli insistió en Leao: a veces como titular, a veces como jugador, pero Rafa empezó a arrasar en el Milan. Llegó una racha de siete victorias consecutivas en liga, que permitió a los rossoneri compartir el liderato con el Nápoles.
El partido entre el Milan y el Spezia amenazó con ser el último clavo en el ataúd para las aspiraciones tricolores de los rossoneri: el gol anulado a Messias y la derrota burlona en el último segundo podrían haber sido el clásico golpe de gracia. La vuelta de Giroud en el derbi, en cambio, dio un vuelco a la temporada y a la historia reciente del Diablo.

El equipo se relanzó, pero con Salernitana y Udinese llegaron dos empates, y Pioli comprendió que para superar las dificultades ofensivas debía intentar ganar concediendo menos: en Nápoles remodeló el 4-2-3-1 insertando a Kessie entre líneas, con Bennacer y Tonali más abajo. Este 4-3-3 disfrazado permite a los rossoneri encontrar una solidez suplementaria en la retaguardia, con Tomori y Kalulu capaces de recuperarse a largo plazo aprovechando la compacidad y el filtrado del mediocampo. En los once últimos partidos, Maignan sólo ha encajado dos goles, con nueve partidos sin marcar, el Milan ya no pierde y la Piazza Duomo vuelve a teñirse de rojo.
El año 2023 no ha hecho más que empezar, y enero trae vientos de crisis a las piezas de Milanello: la derrota por 5-2 ante el Sassuolo es la gota que colma el vaso. Con el derbi en el horizonte tras tres derrotas consecutivas, Pioli renunció al clásico 4-2-3-1, optando por un 3-5-2 con Messias por dentro y Origi como segundo punta, pero el equipo no entendió los nuevos dictados y llegó un nuevo mazazo.
El técnico no cambió de opinión e insistió en una defensa de tres, lanzando al joven Malick Thiaw: los rossoneri perdieron calidad pero recuperaron solidez. Este es el secreto del pase a octavos contra el Tottenham de Conte: el 3-4-3 “espejo” con el que Pioli afrontó el doble desafío permitió a los rossoneri mantener la portería a cero contra los ingleses y encontrar la clasificación con un fogonazo de Brahim Díaz en San Siro.

El sorteo de cuartos de final otorga a Pioli el reto contra el Nápoles, que canibaliza la Serie A. Sobre el papel, la balanza se inclina decididamente hacia los hombres de Spalletti, y el calendario ofrece a los dos equipos un “anticipo” de la doble cita de la Liga de Campeones. El 2 de abril, en el Maradona, el Milan se impuso con un perentorio 4-0: Pioli, muy bueno explotando sus mejores armas contra las pocas debilidades de los partenopei, volvió a la defensa de 4 y explotó la verticalidad de Leao.
En la Copa, diez días después, se volvió a proponer la misma alineación, con un Bennacer invisible subido a la línea de trequartisti para blindar a Lobotka, y Krunic bajado al centro-derecha para doblar a Kvaratskhelia. La jugada aún dio resultado, porque fue el argelino quien marcó el 1-0.
El mismo equipo que dos meses y medio antes se hundió en el caos, encajando 12 goles en tres partidos, se clasifica ahora para la semifinal de la Champions dieciséis años después de la última vez. El resto es historia moderna. El Diavolo en lo más alto de la tabla y con ganas de volver a llegar lejos en Europa. Siempre al frente, Stefano Pioli desde Parma, pero ‘milanés’ adquirido.