Matteo Gabbia se hizo con el rossonero y luego con el azur trabajando con la cabeza gacha. Día a día, paso a paso. En el verano de 2023 se había despedido del AC Milan y de su casa para iniciar una nueva experiencia en el Villarreal, y en enero regresó a la base a toda prisa por cuestiones de urgencia. Partido tras partido fue escalando en la jerarquía primero con Pioli y luego con Fonseca, sentando en el banquillo a fichajes caros, decidiendo un derbi y convirtiéndose en líder de un grupo en busca de columnas. Incluso poniendo la cara.
El último ejemplo procede de la derrota sufrida por el Diavolo en Florencia. Tras la derrota contra el Fiorentina, Gabbia compareció ante los micrófonos para admitir las dificultades y hacer un llamamiento a la reacción de todos: “No estamos satisfechos de cómo hemos planteado el partido, sentimos esta derrota sobre nosotros. El equipo no ha dado lo mejor de sí, tenemos que mirarnos a nosotros mismos y entender por qué hemos hecho un partido así”.
No tuvimos continuidad para ganar, en este parón tenemos que trabajar y tener una continuidad diferente. Todo tiene que empezar por nosotros, en el vestuario he visto la decepción adecuada. Hay pocas cosas positivas”. En estas palabras se encuentran las razones que han llevado al defensa a figurar hoy entre los más apreciados por la afición: sentido de la responsabilidad y apego a los colores. Cosas que a menudo han fallado en las últimas semanas.
En un momento tan confuso, Gabbia es visto por muchos como un ejemplo a seguir para recomenzar. Equilibrado en sus declaraciones (en Florencia, solo el último episodio), centrado en el terreno de juego, siempre respetuoso y emblema del ‘milanismo’, dada su trayectoria de crecimiento iniciada en la cantera en 2012. Su trayectoria también representa una de las máximas aspiraciones para un chico de la cantera, que ha crecido con el rossoneri cosido a la piel.
Desde los partidos como aficionado en San Siro -al lado de sus abuelos Gilberto y Adriana- hasta la trafila en las categorías inferiores, pasando por la llegada al primer equipo y la alegría más hermosa: el gol en el derbi. Lo (re)asumió todo superando momentos difíciles (hasta hace poco, ni siquiera se le consideraba candidato a la rotación) y jugándosela. Lo hizo aceptando la oferta del Villarreal hace un verano, alejándose de casa para crecer como jugador y como hombre.
El destino le sirvió la asistencia para su regreso al cabo de unos meses, cuando los rossoneri lo trajeron de vuelta a Milanello debido a la emergencia de lesiones en la defensa. Matteo aprovechó el momento con la lucidez de un gran delantero, contándolo así: “¿España? Era la primera vez en otro país, lejos de casa. Acercarme a un fútbol diferente era importante. Me he vuelto más audaz, he aprendido cosas nuevas. Me fijo menos en lo que hay alrededor, como las redes sociales y la televisión. Me centro en lo que tenemos que hacer como jugadores y profesionales”. Ahí está, la clave.
La experiencia en el extranjero le sirvió para madurar, entregando al Diavolo un jugador renacido. Hasta el gol en el derbi del 22 de septiembre. Aquel cabezazo, en el minuto 89, con el que devolvió a su equipo al éxito en el derbi contra el Inter. Para Fonseca, ha sido titular desde el partido contra el Venezia, y su excelente arranque le ha valido incluso su primera convocatoria con la selección.
La curiosidad es que incluso de azulgrana Matteo dejó claro que el Milan siempre está en sus pensamientos, eligiendo ‘Sarà perché ti amo’ de Ricchi e Poveri en el clásico rito de iniciación: “Aunque cantar no es una de mis mejores cualidades, elegí esta canción porque cuando juega el Milan la cantan en el estadio. Tiene ritmo y me gusta”.
Tras la semana con Spalletti, el reto será dar una mano a Fonseca en la reconstrucción del Diavolo. Tal vez, con un brazalete bajo el brazo. A muchos aficionados rossoneri no les importaría.