Hay que retroceder 75 años en el tiempo para asistir a una de las revoluciones de la historia del fútbol italiano. En la temporada 1949-50, la Serie A introdujo los brazaletes de capitán. Un valor simbólico que resume al jugador que lo lleva en tres conceptos: disciplinado, responsable, fiable. La tradición también dicta que el brazalete también debe representar a uno de los jugadores más fuertes de la plantilla.
Pero no siempre ha sido así. El Milan, desde 1899 -año de su fundación- hasta hoy ha tenido 44 capitanes diferentes. Empezando por el inglés David Allison y terminando con Davide Calabria. En medio hay otro inglés (Herbert Kilpin), dos belgas (Max Tobias y Louis Van Hege) y los históricos dos suecos (Gunnar Nordahl y Nils Liedholm). Todos los demás son italianos.
De 1982 a 2013, el Milan tuvo tres capitanes. Que corresponden a tres leyendas de la historia rossonera: Franco Baresi, Paolo Maldini y Massimo Ambrosini. Verdaderos pilares del Diavolo que lucieron el brazalete en cada partido, sin dejar nunca que se cuestionara su puesto. Salvo lesión. La última tradición de capitanes rossoneri, sin embargo, va en contra de la historia. De 2013 a 2017, el brazalete perteneció a Riccardo Montolivo, cuya aventura en el Milan no fue inolvidable entre lesiones y actuaciones que no estuvieron a la altura.
En un derbi en noviembre de 2014, Inzaghi prefirió a Essien antes que a él. A pesar de que Montolivo volvía de una lesión. En total, acumuló 159 partidos como capitán. El ciclo continuó con Leonardo Bonucci en la temporada 2017-18, capitán (durante 50 partidos de la temporada) primero aclamado y luego impugnado por los aficionados.
Sobre todo después de aquel codazo a Rosi en el minuto 25 de un partido contra el Génova que le costó la roja (inhabilitación por dos jornadas) y el 0-0 para su equipo. En 2018, el verano que marcó el fin de la efímera era Chino, el testigo pasó a Alessio Romagnoli, también capitán (247 veces), que no fue inolvidable, sobre todo en el año del Scudetto, cuando Pioli le prefirió primero a Kjaer y luego a Kalulu en pareja con Tomori.
El último en cerrar el círculo de esta última tradición negativa de capitanes rossoneri es Davide Calabria. Producto de la cantera entre 2007 y 2015, año de su llegada definitiva al primer equipo, Calabria heredó un brazalete tribulado tras el adiós de Romagnoli en 2022. Dedicación y sentido de pertenencia nunca le faltaron, las actuaciones fueron un constante sube y baja.
En los últimos años siempre ha sido titular, aunque a veces Pioli ha preferido a Florenzi antes que a él, a veces a Kalulu. Calabria siempre ha ido a su aire, por la derecha, siempre desafiándose a sí mismo, desde Abate a Emerson Royal. Como capitán ha jugado 79 partidos, con 2 goles y 9 asistencias.
En la actualidad, el ex del Tottenham ocupa el puesto de Davide -recién recuperado de un problema en la pantorrilla-, que se marchará a final de temporada, salvo sorpresa. No se ha llegado a un acuerdo sobre una hipotética renovación con el Milan, y Fonseca confía por el momento en el lateral brasileño, a pesar de sus actuaciones no impecables en este inicio de temporada.
En Cagliari, Calabria se sentó en el banquillo durante todo el partido. El capitán era Theo, uno de los más fuertes de la plantilla, sí, pero quizá todavía demasiado “inmaduro” para llevar el brazalete (véase la falta en el balón lejano sobre Luvumbo por frustración tras el gol del empate de Zappa).
En resumen, el brazalete de capitán del Milan sigue siendo un tabú por muchas razones: esta temporada lo han llevado cinco jugadores diferentes (los otros son Maignan, Tomori y Leao). Calabria, por su parte, seguirá como siempre, apoyando a los que han ocupado su puesto (Emerson) y estando listo cuando se le necesite. Luego llegará el momento de las despedidas definitivas.