Los zapatos del delantero centro suelen ser muy incómodos. Mientras tanto, porque es un papel, como el del portero: marcar un gol o evitarlo, o fallar o atraparlo con culpa, marca toda la diferencia del mundo. En el caso de Álvaro Morata, las expectativas eran -y siguen siendo- altas. De hecho, otras. Por supuesto, Álvaro nunca ha sido un gran goleador, pero llegó a Milanello tras una temporada en el Atlético de Madrid que fue la más prolífica de su carrera (21 goles en la temporada).
En realidad, las zapatillas del delantero centro son bastante incómodas, incluso cuando no se ponen en las mejores condiciones. Basta con volver a ver la película del Milan-Juve: puedes hacer todos los movimientos del mundo, dictar los pases más inteligentes, pero si tus compañeros mueven el balón a velocidad de moviola siempre serás rehén de tu marcador.
Luego, sin embargo, los zapatos pueden volverse decididamente incómodos si le das tu propio giro. Lo que en el caso de Álvaro significa recoger balones en un radio de sesenta metros. En parte por naturaleza y en parte porque a veces tienes que ayudarte a ti mismo si los demás no lo hacen.
El problema era, y sigue siendo. Básicamente, el enorme trabajo de Morata en la fase de creación sería un valor añadido dentro de un equipo que va de memoria. Donde las inserciones llegan en el momento justo, donde otro, a su vez, va a ocupar el césped más cercano a la portería contraria. Pero si esto, como en el caso del Milan, no sucede, entonces se convierte en un problema tras otro.
La Juve no tenía delantero centro en San Siro, el Milan sí: ¿alguien notó la diferencia? Ambos ataques fueron inexistentes. Y los números del partido de Álvaro son realmente pobres: 25 balones tocados, sólo un disparo hacia la portería bianconera, finalizado fuera.
Su mapa de calor es el habitual: unos pocos trazos “amarillos” en el área y luego muchas manchas dispersas por el resto del campo. Dispersión de fuerzas, sobre todo teniendo en cuenta que en total el Diavolo remató hacia Di Gregorio cinco veces en todo el partido (y sólo una en el espejo).
Y pensar que Fonseca, sobre todo en el último período, pidió expresamente al español que aumentara la tasa de ocupación en la zona. La aptitud de Álvaro para participar en la maniobra y su espíritu de sacrificio, sin embargo, son dos de los factores más fuertes en este momento. A Morata le encanta salir al encuentro de sus compañeros, facilitarles la entrada, lanzarles en profundidad… Siempre ha sido su juego y a sus 31 años es complicado exigirle otra cosa. El capitán de la selección española sigue siendo un ejemplo para toda la plantilla en cuanto a actitud y profesionalidad, pero tras dieciséis partidos y 879 minutos sobre el terreno de juego, tres goles y una asistencia es un magro bagaje.
“Estamos muy contentos con él”, dijo Ibrahimovic en la previa del partido con la Juve, “sabíamos lo que aporta y lo que nos ha aportado. Es un jugador colectivo, que no marca cincuenta goles al año, pero es un líder que ayuda al equipo”. En Bratislava, en la Liga de Campeones, no podrá hacerlo porque está sancionado. Álvaro volverá el próximo sábado en San Siro, contra el Empoli, quizá con algunos balones más que manejar en el área.