Milan 3 – 1 Bolonia

De la chimenea del Meazza sale humo rossonero. Mucho humo. La primera votación apunta al nombre del Milan, aunque la que realmente contará será la del próximo miércoles. Colores que tanto podrían confirmarse como cambiar de tono, porque el partido de esta noche contaba -más allá del resultado- algo previsible: esta Copa Italia no tiene dueño in pectore, en Roma podría acabar de cualquier manera.

Mientras tanto, sin embargo, el partido de liga da confirmaciones y decepciones de forma masiva. El Milan encadena -derbi copero incluido- cuatro victorias consecutivas (nunca había sucedido este año) y confirma el gran entendimiento con el 3-4-3, que hasta ahora le ha dado cinco victorias en seis partidos con sólo tres goles encajados.

Para las ambiciones europeas en la liga probablemente sea demasiado tarde, pero a la vista del miércoles, la autoestima sube varios peldaños. El Bolonia pierde de mala manera una de las tres citas para el sprint de la Liga de Campeones y se pregunta qué es lo que no funciona desde hace unas semanas: sólo una victoria en los seis últimos partidos de liga y dos puntos en los tres últimos. Demasiado poco para garantizar la cuarta plaza.

Conceiçao no se disfrazó como hubiera sido razonable pensar, si acaso todo lo contrario: estos los tengo en la cabeza y con estos jugaré también la primera vuelta. Sergio ha ido (casi) a por todas exprimiendo todo lo exprimible de los que presumiblemente estarán en el campo el miércoles. De hecho, los dos únicos cambios eran obligatorios: Loftus-Cheek en lugar del renqueante Fofana y Joao Felix en lugar del descalificado Leao.

En la delantera, pese a la opacidad del Génova, Jovic fue preferido a Giménez. Italiano prefirió dejar en casa a Ndoye y Holm, y en Roma también espera contar de nuevo con Odgaard, pero aparte de las ausencias, presentó a un Bolonia en el que los teóricos titulares en el Olímpico -Skorupski aparte- eran sólo tres: Beukema, Freuler y Orsolini. Esta vez, el ataque se confió a Dallinga, con Orsolini y Domínguez en las bandas, y Moro, Freuler y el ex Pobega en el centro.

Fue una primera parte cautelosa, pero no tanto en términos tácticos. Tanto como una especie de modo de ahorro de energía por parte de ambos, como si la final fuera pasado mañana y no dentro de cinco días. Destellos del balón dispersos aquí y allá, dos boxeadores que asestan un golpe y luego dan cinco pasos atrás. El Bolonia era mejor en el giro del balón y en la fluidez del juego, más fluido, una maniobra en la que la mayoría de las veces participaba todo el equipo.

El Milan fue mejor en algunas individualidades y en las verticalizaciones, la especialidad de la casa que, cuando tienen éxito, son potencialmente devastadoras. Conceiçao e Italiano intentaron algunas variantes tácticas, pero cuando no hay continuidad en la intensidad se hace difícil. Por un lado, Pulisic y Joao Félix intercambiaron varias veces las bandas, con el portugués abrazando todo el horizonte ofensivo: un par de destellos de alta escuela, y luego se alejó hacia el lado oscuro de la luna.

Loftus-Cheek y Reijnders también intercambiaron posiciones con frecuencia, pero sin inquietar demasiado a Moro y Pobega. Italiano dibujó esta vez sobre todo un 4-3-3 bastante obvio, que sólo por momentos se convirtió en el habitual 4-2-3-1: por detrás de Dallinga, en forma de holograma como Jovic durante toda la primera parte (y esto dice mucho de la gestión de ambos equipos) alternaron Pobega y Freuler.

¿Las ocasiones? Las grandes, una por cada bando: un derechazo de Pulisic bloqueado de milagro por Lykogiannis (17′) y un córner desde la izquierda de Orsolini (44′), maravillosamente solo en el centro del área. Bajando el nivel, un derechazo insidioso de Joao Félix y otro de Domínguez. Los entrenadores compartieron la misma suerte en defensa: Conceiçao perdió a Tomori al cuarto de hora (golpe en la cabeza), Italiano perdió a Erlic a la media hora (tobillo).

El guión cambió cuatro minutos después del descanso. Pase en profundidad de De Silvestri para el pase -excelente- de Dallinga en la carrera de Orsolini, que se deshizo de Pavlovic y metió el balón por la escuadra. Todo un veredicto. Tres cambios por bando: primero Aebischer, Cambiaghi y Castro, luego Giménez, Walker y Chukwueze. Consecuencias: el Bolonia elevó su centro de gravedad, el Milan confió aún más en los contragolpes y empaquetó los ganadores.

La primera (minuto 73) encontró a los rojiazules descubiertos y con una mala línea defensiva (Lucumi fuera de su eje) en la que se colaron Chukwueze, Pulisic y Giménez. Dos pases de izquierda a derecha y el balón del mexicano pasó por debajo de las piernas de Skorupski.

El segundo (79′) volvió a surgir de una iniciativa de Chukwueze, de nuevo por la izquierda: pase a Joao Felix, disparo amortiguado por Beukema e inserción ganadora de Pulisic, que supo leer bien la trayectoria del balón. Entre ambos goles, otro anulado a Giménez, que sentenció el partido sancionando otro despeje de Chukwueze: “Santi” es un (muy) serio candidato a la Roma, la papeleta está abierta.