Una plantilla demasiado corta

La reflexión, surgida en el vestuario del Meazza a altas horas de la noche tras el amargo empate contra el Pisa, ha generado cierta perplejidad. O, al menos, algunas preguntas. Porque escuchar a Allegri afirmar que “la ausencia de Rabiot y Pulisic no es el problema de esta noche, es una cuestión del número de jugadores disponibles para los cambios”, causa una cierta sorpresa.

No tanto por las consideraciones sobre Rabiot y Pulisic —es evidente que su ausencia es un problema enorme, aunque un entrenador no pueda hacer distinciones entre sus jugadores cuando habla públicamente—, sino por la observación sobre la cantidad de futbolistas disponibles.

Es cierto que cinco bajas, más allá de la importancia de cada jugador, son muchas para cualquier equipo, pero la plantilla del Milan fue deliberadamente construida con un tamaño reducido. Ese es precisamente el planteamiento del proyecto Milan 2025-26, concebido de esta manera. Se trata, en definitiva, de una línea estratégica derivada, evidentemente, de la ausencia de competiciones europeas. Por eso, desde el 1 de septiembre, día del cierre del mercado, ya era evidente que eventuales ausencias podían resultar problemáticas o incluso muy problemáticas, dependiendo de los nombres y de la magnitud de las bajas.

Por eso sorprende la queja de Allegri, tanto porque los planes de una amplia reducción de plantilla por parte del club eran claros desde el verano, como porque el técnico había estado de acuerdo con ese “adelgazamiento” del equipo. Al menos, de cara a la prensa y las cámaras. Es un poco como comprar un coche eléctrico y descubrir que hay que enchufarlo a la corriente solo después de haberlo comprado.

De lo que, quizás, el entrenador podría quejarse —aunque por razones evidentes no lo hará— es de que la calidad de los suplentes no está a la altura de los titulares en un equipo que aspira al Scudetto. La ausencia de Rabiot y Pulisic es la prueba irrefutable de ello.

En los dos últimos partidos de liga, es decir, tras la oleada de bajas rossoneras durante los compromisos de selecciones, el Milan ha salido al campo con banquillos alarmantemente incompletos: contra la Fiorentina había solo cinco jugadores de campo, dos de ellos procedentes del Milan Futuro. Y también cinco jugadores de campo (uno del segundo equipo) frente al Pisa.

La zona más desprotegida fue especialmente el centro del campo, donde faltaron simultáneamente Jashari, Rabiot y Loftus-Cheek. Todo esto se traduce, esencialmente, en dos problemas principales. El primero, como ya se ha mencionado, es la falta de alternativas de nivel en algunas zonas del campo (no en todas).

El segundo, estrechamente ligado al anterior y a la limitada profundidad de la plantilla, es que el entrenador recurre a los cambios con cuentagotas. Ante el Pisa, solo realizó dos sustituciones (Athekame y Nkunku); contra la Fiorentina, fueron tres (Gimenez, De Winter y Balentien).

Un Milan reducido por las lesiones que ha terminado gestionándose como en el fútbol de los años 80. Y esto trae consigo otra cuestión nada menor: menos cambios posibles significa más minutos acumulados para los jugadores clave. De este modo, el Diavolo corre el riesgo de perder la ventaja de no tener compromisos europeos, precisamente uno de los pilares sobre los que se había construido el plan de esta temporada.