Con corazón, con ganas, sufriendo hasta el final. Y con un estadio gigantesco, que acompañó al Roma hasta el final. Los giallorossi volvieron a ganar al Milan en la vuelta, esta vez por 2-1, y vuelan hacia las semifinales de la Europa League, de nuevo contra el Bayer Leverkusen, como la temporada pasada. Para los rossoneri, en cambio, el pesar de haber jugado durante más de una hora en superioridad numérica, pero sólo haber conseguido marcar (Gabbia) a falta de 5′ para el final. Demasiado poco para un equipo con el potencial de los rossoneri. Demasiado bueno, sin embargo, en el otro extremo, donde lo decidieron los goles de Mancini y Dybala, aunque también estuvo Ndicka para celebrarlo al final. Tras el gran susto, una alegría más.
De Rossi confirmó el 4-4-2 de San Siro, con El Shaarawy desplazado a la derecha para ayudar a contener la cadena Hernández-Leao. Pioli, por su parte, desplazó a Calabria al centro del campo (como en el partido de ida aquí, en el Estadio Olímpico) y envió a Musah al exterior derecho, para aprovechar el desajuste físico con Pellegrini. A pesar de la lluvia, el partido se caldeó de inmediato. A los 12 minutos, el Roma ya ganaba por mediación de Mancini (de nuevo, un gol dedicado a su cuñado Mattia Giani), que cabeceó a la red después de que el disparo de Pellegrini diera en el poste. El Olímpico estalló, el Milan miró hacia dentro. También porque la suerte no les ayudó y cuando pudieron empatar con Loftus-Cheek, el balón (desviado por Mancini) acabó en el larguero.
Parecía el comienzo de un partido diferente, y en cambio en la reanudación siguiente el Roma dobló el marcador: mano a mano entre Lukaku y Gabbia y vuelta de chocolate de Dybala. En dos minutos, sin embargo, el partido volvió a cambiar: primero Lukaku ondeó la bandera blanca (entró Abraham), luego Celik vio la tarjeta roja por una falta por detrás sobre Leao. Y entonces el Milan respiró, revivió, se dio cuenta de que aún podía hacerlo. Theo y Leao aceleraban el ritmo, Loftus-Cheek volvía a estar cerca del gol (rechace de Spinazzola), Tomori reclamaba penalti por mano de Smalling (pero el sistema Var dictaminó: el de Giroud fue primero). En resumen, hubo chispazos, con Pioli aumentando el peso ofensivo con Jovic y De Rossi corriendo inmediatamente a cubrirse: Llorente dentro, Dybala fuera y un cambio automático a una defensa de tres/cinco hombres.
Para intentar retomar el juego entonces Pioli también envía a Chukwueze. Pulisic y Jovic lo intentaron de inmediato, en el otro extremo Spinazzola desperdició una reanudación de oro. El paquete ofensivo rossonero estaba ahora completo (Leao, Jovic, Giroud, Pulisic y Chukwueze juntos), pero apenas había peligro real para Svilar. La presión rossonera es constante, las ideas menos. También porque la Roma regateaba bien, encontraba a menudo la amplitud y quitaba referencias a los rossoneri. Tanto que el auténtico balón de gol fue para Abraham, que engulló el 3-0 desde dentro del área pequeña.
Las últimas tarjetas de Pioli fueron entonces Okafor y Florenzi (el ex capitán del Roma, que fue abucheado), pero los errores en la elaboración fueron desaprovechados. Y aunque el Milan siempre estuvo ahí, cerca del área giallorossi, nunca logró perforarla. Reijnders lo intentó desde fuera, y a cinco minutos del final llegó el gol de la esperanza rossonera: asistencia de Leao y cabezazo ganador de Gabbia.
Antes del final aún hubo espacio para un intento de Chukwueze y una tarjeta roja para Hernández, más tarde cambiada a amarilla por Var. Ese fue el final, con el Olímpico estallando de júbilo y el Milan abucheado por su propia afición, donde suma una nueva eliminatoria que no supera al ir perdiendo en el partido de ida y van ya 17 años… aparte que se les vuelve a escapar una vez más el único trofeo que nunca han conseguido ganar.