
Y tú, ¿qué puedes hacer en 100 días? Napoleón intentó recuperar Francia tras su primer exilio… y no le fue bien. Paulo Fonseca, más banalmente, lleva 100 días intentando tomar Milán. Desde el 8 de julio, día de la reunión, hasta el 15 de octubre, son 100 días en total, 3 victorias, 2 empates, 4 derrotas, 25 jugadores utilizados, 1 exoneración arriesgada. Aún queda mucho camino por recorrer, pero algo de él, definitivamente, hemos entendido.
Fonseca también fue elegido por su predisposición a colaborar con la sociedad. Un ‘yes man’, le atajó alguien. Bueno, sí y no. Desde luego, Fonseca no es un entrenador que pida jugadores en el mercado ni que se queje en las ruedas de prensa, pero sus 100 primeros días en el club giran en torno a un episodio. Primer día, Milan-Torino.
Fonseca habló la víspera del partido de que “el mercado está cerrado para mí”, pero Ibrahimovic, en la presentación de Fofana, dijo lo contrario: “El entrenador se encarga de entrenar, el club hace el resto. No necesitamos más fichajes’. Estos cuatro fichajes ya eran objetivos incluso antes de que eligiéramos al entrenador. El mercado se cierra cuando yo digo que se cierra. Estamos en el día 6 de 7′ . A Fonseca no le gusta esto y se lo hace saber a la empresa, mostrando personalidad. Un “hombre que sí” no suele tener desacuerdos con la mano derecha del propietario desde el primer día.
El carácter también lo conocen los jugadores. En tres meses y una semana, Fonseca tomó al menos un par de decisiones contundentes. La más impopular, dejar fuera de la alineación en el Lazio-Milán tanto a Theo como a Leao, culpables de descuidos en el partido de la semana anterior en Parma. El mensaje era claro: conmigo no se puede hacer eso.
El riesgo, igual de evidente: Fonseca tuvo que gestionar a corto plazo la pausa de enfriamiento más tensa de la historia de las pausas de enfriamiento, pero evidentemente pretende cobrar dividendos a medio y largo plazo fijando unas normas de comportamiento por debajo de las cuales no se puede caer. Si repite el fin de semana mandando al banquillo a Tomori y Abraham, los hombres del penalti fallado por Pulisic, enviaría otra señal. Esta, hace 100 días, no era tan esperada.
Su Milan en el campo avanza con adaptaciones, altibajos, y el reto ahora es consolidar sus ideas para crecer: entre giras y convocatorias con la selección lleva poco tiempo con la plantilla al completo. Fonseca empezó a trabajar en julio con la idea de construir un Milan que regatee mucho y ataque alto. Un equipo dominante”, decía.
Pronto tuvo que transigir. Las malas rachas con el Parma y el Lazio le convencieron para adoptar un enfoque más cauto -¿más italiano? – con menor agresividad y riesgos contenidos. El fútbol posicional sigue siendo su bandera en las palabras (suele hablar de él en las ruedas de prensa) y en los hechos, pero está claro que el derbi fue el día de la gran ruptura. Fonseca juega desde ese día en 4-2-3-1 con un trequartista atípico: Morata. Y esto quizá no era previsible ni siquiera por él. Con esa puesta a punto venció al Inter y conservó un banquillo que, sin esa victoria, hoy pertenecería a otros.
¿Con quién se llevaba mejor? Pulisic está sin duda en el grupo de los que mejor se sienten. Interesante es la relación con Gabbia, sobre el que ha cambiado de opinión: de reserva a titular. Confía en Reijnders, pero es Fofana quien ya ha sido elegido pivote táctico del Milan. ¿Con quién tiene más dificultades? Con Theo, cuestionado mucho más que en el pasado, la evolución es delicada.
Loftus-Cheek ha perdido la certeza de un puesto. Luka Jovic ha sido excluido de la lista de Champions. Y ojo, por supuesto, con Leao, el único al que Fonseca acudió en verano, capitán del Milan-Lecce pero también hombre polémico con el Lazio. En verano, los milaneses no sabían muy bien qué esperar.
¿Un portugués agresivo a lo Mourinho? ¿Un hombre de pocas palabras? No, tampoco. En las entrevistas y ruedas de prensa, Fonseca habla mucho, explica mucho, y éste es uno de los rasgos más originales, uno de los mejores, de un hombre que claramente está entendiéndose con el medio. Fonseca no es hombre de titulares -el latiguillo no le pertenece-, pero posa sin máscara. Apreciable.
El hombre, ya lo habrán notado, va definitivamente a contracorriente. En comparación con Pioli, ha cambiado su estilo de juego, de comunicación, incluso de residencia y de vestuario. Vive en el lago Como (Pioli estaba en el centro de Milán). Eligió un once básico y fue directo con él (Pioli, sobre todo hace dos años, variaba mucho). Elaboró la teoría de los cinco capitanes (Pioli, si jugaba Calabria, no cambiaba).
También en esto hay un mensaje implícito: sin un líder fuerte en el vestuario, ampliemos el grupo de referentes. La imagen, al final, es peculiar: un revolucionario tranquilo, que no grita en público, pero que fija ciertos conceptos y mantiene el punto sobre ellos. ¿Es éste el camino correcto? Pregunte en los próximos 100 días. En el Milan valen más que mil en el Lille.